Durante el siglo IV, en la ciudad de Cartago, San Saturnino y sus compañeros mártires de Abitinia se enfrentaron a una de las más duras persecuciones cristianas bajo el emperador Diocleciano. Estos valientes fieles desafiaron las prohibiciones imperiales al reunirse para celebrar la Eucaristía dominical, un acto de fe que les costó la vida.
La Persecución y Martirio
Detenidos por los magistrados y soldados, fueron llevados ante el procónsul Anulino. A pesar de los intensos tormentos, no renunciaron a su fe ni a la celebración del sacrificio del Señor. Su martirio se produjo en diferentes momentos y lugares, pero su legado perdura como un símbolo de valentía y devoción.
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