San Sireno, también conocido como Sinerio, es un mártir cristiano del siglo IV, cuya festividad se celebra el 23 de febrero. Originario de Sirmio, en la región de Panonia, Sireno se dedicaba al oficio de hortelano. Su vida cambió radicalmente cuando reprochó la conducta lasciva de una mujer, lo que lo llevó a ser denunciado.
Ante el juez, San Sireno declaró orgullosamente su fe cristiana y se negó a renunciar a sus creencias sacrificando a los dioses paganos. Como resultado de su inquebrantable devoción, fue condenado a muerte y decapitado alrededor del año 307.
San Sireno es un ejemplo de valentía y firmeza en la fe, y su historia sigue inspirando a los cristianos hasta el día de hoy.