El Beato Lanfranco de Canterbury es recordado por su destacada labor como obispo en Inglaterra durante el siglo XI. Nacido en Pavía, Lanfranco se convirtió en monje en el monasterio de Bec, Normandía, donde fundó una notable escuela teológica. Fue un ferviente defensor de la doctrina eucarística frente a las controversias de su tiempo, especialmente en su disputa con Berengario de Tours.
Reformas eclesiásticas
Como Arzobispo de Canterbury, Lanfranco se dedicó a reformar la disciplina de la Iglesia, implementando cambios significativos que fortalecieron la estructura eclesiástica en Inglaterra. Su liderazgo fue crucial para la consolidación del cristianismo en la región.
Legado duradero
Su festividad se celebra el 28 de mayo, recordando su impacto duradero en la Iglesia. Lanfranco sigue siendo una figura de veneración, no solo por sus reformas, sino también por su devoción y compromiso con la fe.