San Lázaro de Constantinopla, nacido en Armenia, es recordado por su valentía en defender el culto a las imágenes sagradas durante el siglo IX. Enfrentó torturas bajo el mandato del emperador iconoclasta Teófilo, quien ordenó la destrucción de sus obras artísticas. Sin embargo, Lázaro permaneció firme en su fe y, tras la pacificación de las controversias iconoclastas, fue enviado por el emperador Miguel III a Roma para promover la unidad de la Iglesia.
Celebrado el 17 de noviembre, San Lázaro es un símbolo de resistencia espiritual frente a la opresión. Su legado perdura en la historia de la Iglesia como un defensor inquebrantable del arte sacro y la devoción.